sábado, 20 de agosto de 2016


Las falsas y nocivas ideas que tenemos sobre la infidelidad



Hay diversos criterios y creencias alrededor del tema de la infidelidad en las relaciones de pareja, que es tan controversial como triste y doloroso para quiénes han estado envueltos en él de alguna u otra forma.
Hay algunos de éstos que debemos descartar completamente, ya que lejos de ayudar, pueden empeorar y hacernos más daño.


A continuación nombraremos algunos de ellos que consideramos muy comunes:

Sólo una aventura

Esto es falso, ya que, en la mayoría de los casos, las personas implicadas llegan a involucrarse más de lo que ellos mismos habrían esperado y esto dificulta que den fin a esa relación. Así mismo, entre más dure y más estrechos sean los lazos que estas personas creen, más daño causarán a la relación o matrimonio.

Las aventuras pueden salvar una relación

Pensar que una tercera persona hará que una relación salga de la monotonía y el aburrimiento, es completamente falso. Lo único con lo que seguramente acabará es con el amor, la confianza y el compromiso. Se debe intentar componer la relación, pero difícilmente se logrará si lo que se piensa cambiar, es a la persona.


Falta algo

Ninguna persona es perfecta y por esto, tampoco las relaciones lo son, pero lo mejor que podemos hacer cuando se presentan dificultades es enfrentarlas lo antes posible. Esto no debe volverse un motivo de infidelidad y romper con el gran compromiso que una relación o matrimonio implica. Buscar “ese algo” que falta en la relación, debe hacerse dentro de la misma y no fuera de ella.

Alguno ha dejado de querer a su pareja

El que los sentimientos desaparezcan no justifica de ningún modo la infidelidad, en todo caso, deberíamos procurar recuperarlos o afrontar el hecho de otra forma, sin dejar al descubierto algunas debilidades como la falta de voluntad y de carácter, la falta de respeto a su dignidad y la de su pareja o la capacidad de redefinir nuestras prioridades. No siempre el infiel ha dejado de querer a su pareja.

Quien es infiel una vez, seguirá siéndolo

Si somos capaces de afrontar nuestros errores y aprender de ellos, no será lógico que volvamos a caer en ellos, si el amor es verdadero y el arrepentimiento también, siempre encontraremos la forma de enmendar el daño y no caer de nuevo. 

La infidelidad no se perdona

Sólo quienes han pasado por esto, podrían dar fe de lo difícil que es acabar con un matrimonio, muchas personas aseguran que jamás perdonarían una infidelidad, pero es cierto que una vez vives la experiencia, las opiniones
pueden cambiar. 

La mejor solución es separarse

Esto también es falso. Afrontar la falla y buscar ayuda es la solución por la que muchas personas infieles han optado, lograr perdonarse y tener la capacidad de reconstruir su relación al término de la relación extra matrimonial y recuperar a su familia ha sido una de las mejores decisiones que han podido tomar.
Si existe voluntad, compromiso, arrepentimiento y sobre todo, amor, la infidelidad puede tener solución. Algo tan grande y maravilloso como lo es el matrimonio no puede dejarse vencer por algo así, si bien no es fácil, tampoco es imposible, vale la pena luchar por el amor y la familia.

domingo, 24 de julio de 2016


SIGLO XXI Y EL ROL DE LA PSICOLOGÍA ADVENTISTA
y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas. Los hombres quedarán sin aliento por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra, porque las potencias de los cielos serán conmovidas”.
Lucas 21:25-26
Probablemente el siglo XXI sea el último de la historia humana. Vivimos en tiempos inéditos, cuando la historia se ha acelerado, moviéndose rápidamente debajo de nuestros pies, en cambios rápidos en todos los órdenes, precipitándose hacia el fin. Algunos filósofos de la cultura denominan la etapa actual con el nombre de “hipermodernidad” (Aubert, 2004; Ascher, 2005; Lipovetsky 2006) y piensan que la misma es irreversible, que difícilmente dará lugar a otra nueva o diferente. Las manifestaciones del mundo actual tienen características que se equiparan al mismo tiempo con los días de Noé, los tiempos de Sodoma y Gomorra, y las descripciones escatológicas de los evangelios y el Apocalipsis.
A grandes rasgos podríamos decir que la sociedad hipermoderna esta movida por una escalada de excesos, de lo superlativo, de ir más a prisa; “la escalada paroxística del ‘siempre más’ se ha introducido en todos los ámbitos del conjunto colectivo” (Lipovetsky, 2006, 58). Un escenario caracterizado por los extremos y el descontrol, por “compras compulsivas, endeudamiento, ciberdependencias, toxicomanías, prácticas aditivas de todo tipo, anarquía de los comportamientos alimentarios, individualismo desbocado y caótico” (Lipovetsky, 2008, 119). Esos procesos de exacerbación sin límites se observa en el capitalismo y el consumismo, en el marco de la hegemonía de los mercados, además en la ultraviolencia, el terrorismo y el hiperindividualismo.
Desde la década de los 90 se ha instalado “el fenómeno de la inseguridad personal, expresado en el aumento de los delitos violentos, y que aparece con la crisis del Estado de bienestar y en el marco de la aplicación de políticas económicas neoliberales” (Pegoraro, 2000, 114). Ese fenómeno ha ido creciendo paulatinamente como puede apreciarse, por ejemplo, en el aumento de las compañías de vigilancia y los servicios de guardaespaldas, igual que la industria de fabricación de chalecos antibalas, artefactos para defensa personal, blindaje de automóviles, instalación de alambrados eléctricos o sistemas de rastreo. La inseguridad se relaciona con el incremento del consumo de drogas y el narcotráfico, la desconfianza de las instituciones policiales y de justicia, la polarización y profundización de quienes tienen más y los marginados económicos, la incertidumbre del futuro, entre otras razones.
La sociedad hipermoderna promueve el valor de la realización personal, el culto a la autonomía personal y el respeto a la singularidad subjetiva. Se impuso un nuevo tipo de individuo, cada vez más independiente y narcisista, interesado en su propio bienestar que en los demás, replegado sobre sí mismo, con sus auriculares escuchando el MP4 o enviando mensajes en el celular, insensibilizado a la presencia de los demás. El hiperindividualismo ha sido posible gracias a la atomización social, la desintegración de la cosa pública, la cultura de la decepción, la falta de normas o de coacción social, ya que el deber es más opcional que obligación. Es cierto que se trata de un individuo hedonista, consumista, que gasta mucho dinero en diversiones y vacaciones, que le encanta las modas y las canciones de éxito. La obsesión por uno mismo “no se manifiesta tanto en la fiebre del goce como en el miedo a la enfermedad; se trata de un individuo “angustiado por la edad y las arrugas, obsesionado por la línea, por la higiene, por los tratamientos terapéuticos: el cuerpo adquiere rango de verdadero objeto de culto” (Norvión, 2010, 17).
En estos últimos tiempos, la necesidad de afirmación individual, el deber de obtener resultados rápidos, incluso la exigencia de éxito, han propagado una epidemia generalizada de estrés y burn-out. Sigue en aumento, en forma alarmante, las depresiones, los trastornos de la ansiedad y del sueño, entre otras disfunciones emocionales o del comportamiento. Es que se exige del individuo que sea emprendedor, hiperactivo, respondiendo a las exigencias del tiempo, en una vida agobiante, insegura, con un futuro incierto.
La desconfianza es la enfermedad de la época, que se manifiesta, en dudas, incertidumbre, recelos, temores, medidas precautorias y aún ataques preventivos. USA invadió Irak por la desconfianza que podría tener armas nucleares que podrían usarse en su contra. La desconfianza es el origen de las falsas interpretaciones, del imperio de la "mala fe" y la raíz del descontento. En el ámbito individual, la desconfianza lleva a levantar muros, evitar la gente, aislarse o huir, generando trastornos de la identidad y delirios paranoides. En la vida social, la cultura de la desconfianza es un virus que infecciona la credi­bilidad de las instituciones, de la política, de la policía y de la sociedad toda. Ataca la economía y las buenas relaciones sociales. Está relacionada con la vigilancia, la inseguridad y el estrés permanente.
En una sociedad seducida por lo frívolo y lo superfluo, como la moda, los espectáculos de las grandes estrellas de la música y del deporte, corroída por la desconfianza, dominada por un estado de inquietud e incertidumbre ante el porvenir, se ha despertado la necesidades espirituales y la gente busca como nunca antes a Dios. Asistimos a un auge de la espiritualidad y las religiones, porque ellas dan sentido a la vida, construye identidades y proporciona la convicción de la realización personal. La modernidad rechazaba las creencias religiosas, la posmodernidad las toleraba, en tanto, la hipermodernidad las busca. Algunos han llamado la “Victoria de Dios” a esa revitalización de las religiones, al “renovado interés por las enseñanzas de la Iglesia, como una necesi­dad de las verdades últimas, como un deseo de reen­contrar la propia identidad, también y sobre todo con respecto a lo trascendente” (Vattimo, 1998, 109), aunque hay que reconocer que en la época de la desconfianza, muchos se han alejado de las religiones institucionalizadas y de las prácticas formales. El auge espiritualista a llegado a las sectas, el espiritismo y quienes hacen curas milagrosas, el orientalismo, la astrología, las llamadas “medicinas alternati­vas”, el yoga, el Control Mental, la Meditación Trascendental, brujería, reencarna­ciones, esoterismos y misticismos diversos de todo tipo. Se trata, pues, de un nuevo espiritualismo.
Estas realidades del mundo resulta un gran desafío para los psicólogos, ya que las necesidades principales de la gente durante el siglo XXI son y serán mayormente de demanda psicológica. Precisamente, la oficina de estadísticas laborales de los Estados Unidos (bls, 2008), estima que la psicolo­gía será una de las tres profesiones más importantes en crecimien­to de la de­manda del mercado en los próximos quince años. El extraordinario crecimiento que ha experimentado el estudio de esta disciplina en las dos últimas décadas y la realidad de un mundo cada día más comple­jo y con dificultades crecientes, explican y auguran a la psicología la asunción de un rol protagónico en la sociedad del mañana. En medio de la catarata de aconteci­mientos que ­impactan nuestra cultura, el ser humano actual —y en mayor proporción, el del futuro— sufre los embates de los cambios, en una búsque­da infructuo­sa de un sentido indivi­dual y un soporte que fundamente la identidad perso­nal. El desarrollo notable de los medios de comunicación de masa, los procesos de globaliza­ción, fragmenta­ción, la desinte­gración de la familia y los nuevos paradigmas de la cultura narcisista, entre otras variables, han menoscabado la integración y unidad del sujeto, promovien­do una crisis de identidad sin parangón. Así, el hombre hipermoder­no plantea desafíos insosla­ya­bles para el quehacer psicológico actual y futuro.
Hay que reconocer que no sólo el mundo ha cambiado en forma descomunal, también la iglesia adventista ha revelado transformaciones importantes en relación a la Psicología. Hace 20 años, en 1991, se fundó la primera carrera universitaria de licenciatura en Psicología en América Latina, en Argentina, para posteriormente ir apareciendo otras carreras en el área en diferentes países para totalizar actualmente once universidades (ellas son: la Universidad Peruana Unión, en Perú, tanto en Ñaña, donde está la sede central como en sus dos anexos de Juliaca y Tarapoto, la Universidad Adventista de Centro América, en Costa Rica, la Universidad de Montemorelos, en México, la Universidad Adventista Dominicana, en Santo Domingo, el Centro Universitario de San Pablo, Brasil, la Universidad Adventista de Chile, la Universidad Adventista de Las Antillas, en Puerto Rico, la Universidad de Linda Vista, en Chiapas, México, y las Facultades Adventistas de Bahía, Brasil) que ofrecen la licenciatura de Psicología, además del grado de Maestrías y doctorado en familia (en Montemorelos). En Estados Unidos prácticamente casi todas las universidades y la mayoría de los colegios tienen carreras de Psicología, totalizando doce instituciones académicas (Washington Adventist University Andrews University, Atlantic Union College, Canadian University College, La Sierra University, Loma Linda University, Pacific Union College, Southern Adventist Universit Southwestern Adventist Universit, Union College Walla Walla University Washington Adventist University), que ofrecen carreras de psicología, en nivel de pregrado y de posgrado, con varias ofertas de doctorado que tiene Loma Linda University.
En este escenario de un mundo cambiante que avanza aceleradamente hacia el fin y miles de estudiantes adventistas de psicología que egresan de estas veintitrés carreras de las Américas, para ofrecer sus conocimientos y asistencia terapéutica a la sociedad, ¿qué espera la Iglesia de los graduados, los docentes y los dirigentes de las carreras adventistas en estos tiempos finales de la historia? ¿Cuál debe ser el rol que juegue en el futuro la psicología adventista en el mundo?
Creemos que la Iglesia espera de los profesionales adventistas del área de la Psicología que se identifiquen plenamente con la predicación del evangelio, invirtiendo sus conocimientos, habilidades y tiempo en el cumplimiento de la misión, que vivan las creencias y las practiquen, en su vida personal como profesional, pero especialmente que ejerzan su trabajo de expertos con responsabilidad y eficiencia, desarrollando programas asistenciales, en todos los niveles (primario, secundario y terciario), con estrategias y técnicas de intervención que sean inspiradas en la cosmovisión bíblica, que no sólo provean a la población de salud mental, sino también puedan ofertar los beneficios de la salud espiritual, para aquellos que buscan un sentido trascendente de vida, que les permita construir un nuevo futuro bajo el signo de la promesa.
Se ha dicho que la “tarea principal de la psicoterapia es transformar las historias de desesperanza en historias de esperanza” (Frank, 1987), cambiar el discurso pesimista o fatalista del paciente por un discurso que abra nuevas posibilidades, que brinde soluciones a los problemas, que de confianza y seguridad, esto es, que trasmita la esperanza de un futuro mejor. Los psicólogos son “embajadores de la esperanza” han declarado Beavers y Kaslow (1981), ya que deben suscitar destinos más promisorios, que mejore la calidad de vida de los clientes y puedan adquirir la dignidad de una vida satisfactoria y plena. La Iglesia también espera que los psicólogos adventistas puedan desempeñar ese rol de trasmitir la esperanza, no sólo para los límites de la experiencia terrenal de los clientes sino una esperanza más amplia y consumada, la esperanza trascendente, “bienaventurada” (Tito 2:13), que alcance los espacios ilimitados de la eternidad.
Referencias bibliográficas
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Ascher, F. (2005). Le mangeur hypermoderne. Odile Jacob, Paris.
Aubert, N. (2004). L´individu hypermoderne, Erés, Paris.
Beavers W.R. y Kaslow F.W. (1981). The Anatomy of Hope. Journal of Marital and Family Therapy, april, 119-126.
Bruno, J. (2007). Psicología y Religión. Una perspectiva cristiana. Universidad Adventista de las Antillas, Puerto Rico.
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Frank J.D. (1987). Psychotherapy, rhetoric, and hermeneutics: Implications for practice and research. Psychotherapy: Theory, Research, Practice, Training, 24, 293-302.
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Lipovetsky, G. (2007). La felicidad paradójica. Ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo. Anagrama, Barcelona.
Lipovetsky, G. (2008). La sociedad de la decepción. Entrevista con Bertrand Richard. Barcelona, Editorial Anagrama.
Lipovetsky, G. y Sébastien, C. (2006). Los tiempos hipermodernos. Anagrama, Barcelona
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Pereyra, M. (1997). Psicología de la esperanza, con aplicaciones a la práctica clínica. Psicoteca Editorial, Buenos Aires, Argentina.
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Yela, M. (1996). El problema del método científico en Psicología. Psicothema, vol.8, supl, 353-361.

sábado, 26 de marzo de 2016

La delgada linea entre el enfermo y el cuidador


Siempre a tu lado

UN TOQUE DE CONCIENCIA




Autora:Clairet Reyes.





miércoles, 23 de marzo de 2016

LA DELGADA LINEA ENTRE EL ENFERMO Y CUIDADOR

La enfermedad es, esa sacudida que nos da la vida, a veces. Pararnos ipso facto ante lo que estemos haciendo y replantearnos todo nuestro plan. 

Cuando una persona cae enferma, se le debe cuidar para conseguir hacer más llevadera su enfermedad, pero ... ¿Quién cuida al cuidador?

Existe una delgada línea que separa la vida de un enfermo y de quien le cuida.  La persona  que está enferma, espera que le cuiden, que le protejan, que le guíen. Debe dejar, en oportunidades de ejercer su normal vida, para dejarse estar, es la única manera que puedan sanarse, dejarlo todo y pensar solo en su salud.
Mientras que, el que cuida, debe ser fuerte, saber qué hacer en un momento de urgencia, saber resolver, estar siempre cerca, sin dejar su vida de lado,  debe continuar con su trabajo, con la familia, las responsabilidades, con vida  simplemente dejarlo todo entregando casi su existencia al cuidado de quien lo necesita, y así lo espera.
El enfermo siempre estará atendido en el hospital, por enfermeras, médicos, fisioterapeutas, personal de servicio. Se le pregunta ¿Cómo sigue? ¿Cómo está? ¿Qué necesita?...
Al cuidador, se le da por hecho que es el fuerte, es “al que le ha tocado”, y el que no tiene derecho a pedir ayuda. No se le pregunta ¿Cómo esta? y en escasas oportunidades se le pregunta ¿dormiste bien? La respuesta es obvia, ya que tienen para dormir un sillón reclinable donde escasamente se pueden mover.

 Las enfermeras del turno de noche (benditas todas por su profesión), entran a colocar las dosis que corresponden cada dos horas y en oportunidades cada media hora, dependiendo de la gravedad del mismo...

LA VUELTA A CASA
Cuando se llega a casa con el enfermo, de recuperación, es mucho mejor ¡ya estás en casa! Pero comienza otro proceso... Se da por hecho que todos están descansado. El paciente continúa requiriendo sus medicamentos, pero ahora es el familiar,  quién sustituyendo a las enfermeras debe coordinar los horarios,  de los medicamentos a tiempo; debe seguir con la vida diaria de la casa y si tiene un tiempo, echar alguna que otra cabezada por la noche.
Hay  enfermos que son receptivos. Es más fácil de cuidar, aquel que se deja ayudar, y atender. 
Pero si toca un paciente que por su enfermedad o carácter  es intranquilo y neurótico, tendrás que lidiar con una dosis más de paciencia de la habitual.
Y es que existe una delgada línea que separa al enfermo del cuidador, donde los derechos y los deberes de cada uno se unen en un amor fraternal para hacerlo más llevadero.



En este sentido, si usted es un enfermo  ¡por favor tenga compasión con quien le cuida! Trate de ser considerado. Si siente un poco de mejoría, demuéstrela, por ello no se le va a abandonar, pero le dará un grandioso margen de tranquilidad a su familiar.
Si usted es cuidador, tenga paciencia, al fin y al cabo a nadie le gusta estar enfermo, y recibir pinchazos, tomar medicamentos cada hora, sentirse mal... ser dependiente. La única manera de superarlo es con el amor profundo que usted siente por su enfermo. Saque todo ese amor, expréseselo, no encontrará mejor momento.
Y si usted es familiar cercano ¡por favor, ofrezca su ayuda! Aunque el cuidador no se la pida. Insista, insista en que duerma. Quédese con el enfermo y sustituya al cuidador unas horas para que pueda descansar, dar una vuelta, respirar... Esto le permite al cuidador tener perspectiva y ganar fuerzas. Llévese al cuidador a otro lugar fuera del hospital o del entorno del enfermo. O simplemente a tomarse un desayuno, mientras alguien se queda con el enfermo. 

Piense que esa persona que se convierte en el cuidador, aun teniendo alternativas, decide cuidar  al enfermo y permanecer a su lado hasta su recuperación.
Cuando hay un enfermo en la familia (y esto es inevitable en algún momento de la vida) se debe formar un equipo coordinado de acción.


He visto familias donde existe mucha colaboración, trabajan como un engranaje perfecto. 

He visto a pacientes salir del quirófano,  enfermeras llamar a familiares y no aparecer nadie.


He visto también a familiares acompañantes querer tomarse un café, pero no se atreven a moverse para no dejar al paciente solo. 


He visto cuidadores comer un trozo de pan de la bandeja que le corresponde al enfermo, porque nadie se le ocurrió llevarle comida, porque  presuponen que “está bien” y no le falta de nada.
Nadie está bien en un hospital, salvo el personal que trabaja y recibe un sueldo por ello y hacen su trabajo con dedicación y esmero.
Enfermos, familiares y cuidadores... es aquí donde la delgada línea pareciera no existir, pero es donde el dicho “en la unión esta la fuerza” gana más sentido.

La palabra que define el proceso es compasión. Compasión por el enfermo, por el cuidador, por su familia. No te limites a preguntar ... ve, presta la ayuda necesaria, con todo el amor del mundo, con la dedicación y la excelencia que su alma pueda demostrar... Ya el Universo se encargará de regresarte multiplicado el tiempo, el dinero, el esfuerzo y la intención. 


Quiero aprovechar este artículo para agradecer al personal de la 3era y 4ª planta del "Hospital Ramón y Cajal", al personal de quirófano, desde camilleros, celadores, enfermeras y médicos por su dedicación, por su vocación y por lo bien que tratan a los pacientes y familiares… “¡¡¡Gracias!!!”.
A la zona de oncología, y la maravillosa Unidad de ICTUS del "Hospital Ramón y Cajal", desde las chicas de recepción. A Voluntarios de la Asociación Española Contra El Cáncer.  Médicos y enfermeras.  Dios los bendiga a todos, hacen un trabajo excelente,  permiten que la angustia sea más llevadera ¡Gracias... un millón de gracias! © Cjrt

domingo, 29 de noviembre de 2015

MENTE, CARÁCTER Y PERSONALIDAD TOMO 1 
Por ELENA G. DE WHITE 
SECCIÓN I EL ESTUDIO DE LA MENTE 
1. Su importancia 
La obra más delicada. 
Tratar con las mentes humanas es la obra más delicada en la cual los hombres 
estuvieron alguna vez ocupados.- 3T 269 (1873). 
Conocer las leyes que rigen la mente y el cuerpo. 
Es deber de toda persona, para su propio bien y el de la humanidad, conocer las 
leyes de la vida y obedecerlas con toda conciencia. Todos necesitan conocer el 
organismo más maravilloso: el cuerpo humano. Deberían comprender las 
funciones de los diversos órganos y como éstos dependen unos de otros para que 
todos actúen con salud. Deberían estudiar la influencia de la mente en el cuerpo, 
la del cuerpo en la mente, y las leyes que los rigen. -MC 89, 90 (1905). 
Adiestrar y disciplinar la mente. 
No importa de quién se trate. . . el Señor os ha bendecido con facultades 
intelectuales capaces de vasto desarrollo. Cultivad vuestros talentos con fervor 
perseverante. Educad y disciplinad la mente por el estudio, la observación y la 
reflexión. No podéis encontraros con la mente de Dios a menos que pongáis en 
uso toda facultad. Las capacidades mentales se fortalecerán y desarrollarán si 
salís a trabajar con el temor de Dios, con 4 humildad, y con una ferviente oración. 
Un propósito resuelto realizará milagros. -NB 302, 303 (1915). 
El potencial de la mente disciplinada. 
Tiene que practicar la disciplina propia. . . Una mente común, bien disciplinada, 
efectuará una obra mayor y más elevada que la mente mejor adecuada y los 
mayores talentos sin el dominio propio. -PVGM 269, 270 (ed. PP); 234 (ed. ACES) 
(1900). 
Tratar con las mentes es la mayor obra. 
El futuro de la sociedad está indicado por la juventud de hoy. En los jóvenes 
vemos a los futuros maestros, legisladores y jueces, los dirigentes y el pueblo que 
determinarán el carácter y el destino de la nación. Por lo tanto, cuán importante es 
la misión de los que han de formar los hábitos e influir en las vidas de la 
generación que surge. 
Tratar con las mentes es la mayor obra jamás confiada a los hombres. El tiempo 
de los padres es demasiado valioso para gastarlo en la complacencia del apetito o 
para ir en pos de la riqueza o de la moda. Dios ha colocado en sus manos a la 
preciosa juventud no sólo para que se la capacite para un lugar de utilidad en esta 
vida, sino para que sea preparada para las cortes celestiales. -Te 240 (1886). 
La utilidad del maestro depende de su mente disciplinada.